Culturas Vivas
Ocho grupos indígenas y
afroamericanos viven en Honduras con sus costumbres, valores y cultura:
pech, tawahka, misquitos, tolupanes, garífunas, negros creoles, chortíes
y lencas. De todos, solo el pueblo lenca ha perdido su lengua natal. De
acuerdo con el último censo, Honduras posee más de 8 millones de
habitantes. Cerca del 10% de ellos pertenecen a los grupos étnicos y el
90 % restante son mestizos o ladinos.
Cada uno de estos pueblos ocupa una zona o región determinada, El
pueblo Pech vive en el interior de la biósfera del Río Plátano en La
Mosquitia y en algunas aldeas del occidente del departamento de Olancho.
Los Tawahka ocupan la parte centro y sur del departamento de Gracias a
Dios, especialmente a lo largo del río Patuca y en el sur del
departamento de Olancho.
El pueblo Misquito ocupa la región norte del departamento de Gracias a
Dios. El pueblo Tolupán vive en cerca de 28 aldeas diseminadas en los
departamentos de Yoro y Francisco Morazán. El pueblo Garífuna ocupa casi
todo el litoral atlántico desde la aldea de Masca en el departamento de
Cortés hasta las primeras poblaciones del departamento de Gracias a
Dios. También en los territorios insulares del Atlántico. El pueblo
negro creole vive exclusivamente en los territorios insulares de Islas
de la Bahía.
El pueblo Chortí ocupa los departamentos de Copán y Ocotepeque y
finalmente, el pueblo Lenca vive distribuido en cerca de 600 aldeas,
pueblos y ciudades de los departamentos de Valle, Francisco Morazán,
Intibucá, Lempira y Santa Bárbara.
Chortíes
El nuevo pueblo Maya Chortí
Durante muchos años dominaron las tierras del occidente; desde el
Valle de Copán hasta las montañas del Merendón; desde el río Lempa de El
Salvador hasta la Bahía de Honduras en Guatemala. En la actualidad, la
población chortí se encuentra concentrada en cerca de 50 aldeas en los
departamentos de Copán y Ocotepeque. Para muchos investigadores, ellos
son los descendientes del pueblo que habitó Copán, la Ciudad Luz del
mundo maya.
La historia del pueblo Maya Chortí es una historia ya común en los
pueblos indígenas centroamericanos. Quinientos años de abandono y
aculturación provocaron la pérdida de la mayoría de sus patrones
culturales. Para mediados del siglo XX, ya habían perdido el uso de la
lengua, el traje tradicional y en muchos estudios y libros eran
considerados simplemente, como “campesinos de tradición chortí”. De
hecho, la lengua había desaparecido casi por completo.
En 1994, las distintas aldeas Chortí agrupadas en el Consejo Nacional
de Indígenas Chortí de Honduras, CONICH, trajeron una maestra de
Jocotán, Guatemala, para reintroducir la lengua maya quiché a tierras
hondureñas. Ahora, cerca de 800 personas, principalmente niños y
jóvenes, hablan una versión del maya quiché y ya existen libros de texto
hasta el tercer grado de primaria, desarrollados y aprobados por el
Gobierno.
Todo esto ha generado un enorme cambio, ya con una lengua propia
nuevos aires refrescan la visión del pueblo Chortí. Para mediados de los
años ochenta, los censos hablaban de cerca de 4,000 personas
identificados como indígenas chorties. Hoy, de acuerdo a CONICH suman
cerca de 35,000 individuos identificados ahora como la población Maya
Chortí en Honduras.
Tawahkas
El pueblo Tawahka
El origen del pueblo tawahka es macro chibcha y emigraron desde los
territorios de la actual Colombia. Al igual que los misquitos son el
producto de numerosas fusiones con distintos pueblos precolombinos. De
acuerdo al investigador y escritor Santos Centeno García, “el histórico
pueblo de los indios sumos se autodenomina “Tawahkas” por el origen de
su lengua materna y estaba formada por diez grupos distintos: Tawahka,
Panamaka, Ulwa, Bawiaka, Kubra, Yusku, Prinzu, Boah, Silam y Ku”.
Al igual que otros pueblos americanos que habitan en el bosque
tropical húmedo, los tawahkas viven a orillas de los ríos y subsisten
gracias a una combinación de pesca, cacería, agricultura a pequeña
escala y trueque. Los cultivos suelen estar en las orillas opuestas del
poblado para evitar que los animales domésticos perjudiquen los
sembradíos. Utilizan el arpón, el anzuelo, el arco y la flecha para la
pesca.
Suelen llevar una vida semi nómada, cambiando de hogares ya
construidos de acuerdo a la época de siembra, pesca, por razones
religiosas o por el avance de campesinos, ganaderos y madereros
provenientes del vecino departamento de Olancho.
De todos los grupos étnicos de Honduras, los tawahkas son el más
reducido. Los últimos censos registraban apenas novecientos habitantes.
Sin embargo, ya existe un programa de educación bilingüe que ha logrado
rescatar una buena parte de su valiosa cultura.
Pech
El pueblo Pech
Alguna vez fueron los dueños de todo el territorio comprendido entre
el mar y los ríos Patuca y Aguán en el departamento de Gracias a Dios.
Pero su historia está plagada de innumerables ataques por parte de
otros grupos indígenas y fuerzas extranjeras, al punto tal de
arrancarlos de sus vastos territorios y reducirlos a pequeñas
comunidades en el noreste de los departamentos de Olancho, Colón y en
las riberas del río Plátano.
Poco se sabe del pueblo pech antes de la llegada de los españoles.
Los registros indican que presentaron tan feroz resistencia que no fue
sino hasta 1690 que la Corona logró fundar un pueblo con la ayuda de
sacerdotes que habían traído de Guatemala. Sin embargo, el dominio
español duró poco porque ya para el siguiente siglo, piratas ingleses,
franceses y holandeses se habían establecido en la zona y aliado con los
misquitos.
A partir de ese momento, la historia del pueblo pech cambió por
completo. Los ingleses, estimulados por las enormes ganancias del
contrabando a expensas del dominio español, estrecharon más los lazos
con el pueblo misquito al punto de instalarles un rey, supeditado por
supuesto en la práctica al gobernador de Jamaica. Equipados con armas de
fuego, los misquitos terminaron por atacar y vencer a los pech.
Diezmados, los pech decidieron replegarse a las profundidades de la
selva dejando libre la costa y sus antiguas ciudades.
Históricamente, el pueblo pech ha sido denominado también con el
término “payas”, un vocablo que ellos rechazan por su alusión a
“bárbaros” o “animales”. Ellos prefieren llamarse a si mismos pech, que
significa “gente”.
En la actualidad, los pech habitan en los municipios de Dulce Nombre
de Culmí y San Esteban en el departamento de Olancho; en el municipio de
Trujillo en el departamento de Colón y en el municipio de Brus Laguna,
muy específicamente a lo largo del río Plátano en la Biosfera del Río
Plátano, en el departamento de Gracias a Dios.
Tolupanes
Los Hombres del Tol
El pueblo tolupán se encuentra agrupado en cerca de 28 tribus,
ubicadas en 6 municipios dentro del departamento de Yoro y en los
municipios de Orica y Marales, en el departamento de Francisco Morazán.
De todos ellos, solamente los que habitan en la Montaña de la Flor,
en el municipio de Orica, conservan todavía el lenguaje y parte de las
costumbres y valores que los caracteriza como pueblo. El origen del
Tol, la lengua del pueblo Tolupán, viene desde muy lejos en la distancia
y en el tiempo. Para algunos investigadores, el Tol está emparentado
con la familia Otomangue del oeste de América del Norte.
Si esta relación es cierta, es muy probable que los tolupanes
llegaron a estas tierras, unos 5,000 años atrás en el tiempo. Esto los
ubicaría, indudablemente, entre los primeros pobladores de Honduras
mucho antes que los mayas de Copán.
Regidos por una economía de subsistencia, los tolupanes sobreviven
gracias a lo poco que cosechan, la cacería, pesca y la artesanía de
canastas de carrizo o uyaste, como la llaman ellos.
Cada tribu se compone de pocas casas, sin cercas ni muros entre
ellos que delimiten la propiedad. Hasta hace pocos años atrás, la vida
en la comunidad era regida por un cacique, autoridad suprema que
regulaba todos los actos de sus miembros. Hoy todo ha cambiado y de
alguna manera, nuevas estructuras sociales comienzan a surgir
resquebrajando el antiguo sistema
Una nueva era se avecina para los hombres del Tol: la globalización.
Misioneros extranjeros traen nuevas religiones y zapatos mocasines de
plástico. La luz eléctrica ha llegado a la Montaña de la Flor y con ella
el televisor portando imágenes tentadoras de culturas bárbaras.
¿Desaparecerá el pueblo Tolupán? ¿Se extinguirá la lengua más antigua de Honduras?
Misquitos
El pueblo Misquito
El oriente de Honduras estaba regido en los tiempos precolombinos
por los patrones culturales de lo que se ha denominado el Área
Intermedia, un extenso territorio con características propias y
diferentes a las de la cultura mesoamericana, que dominaba el sur,
centro y norte del país.
Los primeros asentamientos humanos en La Mosquitia comienzan a
partir del año 1,000 d.C. y se han llegado a identificar asentamientos
con estructuras arquitectónicas masivas en una extensión de 25
hectáreas. La mayor parte de los investigadores concuerdan en señalar
que el origen de los misquitos es la mezcla de indígenas sumos con
colonos ingleses y negros esclavos que naufragaron en los cayos vecinos
en 1641. Pero, nuevas evidencias lingüísticas tienden a señalar que ya
para el año de 1500 la lengua misquita se había separado de la lengua
sumo.
Aunque falta mucha investigación todavía sobre el origen del pueblo
misquito, es claro que en la actualidad es el pueblo dominante del
departamento de Gracias a Dios. Ocupan prácticamente todo el litoral del
departamento más las incontables lagunas salobres de los alrededores y
muchas comunidades selva adentro. Han logrado diversificar sus formas de
subsistencia y dominan el comercio local.
Al igual que los Pech y los Tawahkas, los otros pueblos que habitan
en La Mosquitia, los misquitos utilizan el pipante como su principal
medio de locomoción. Los mejores pipantes son hechos de caoba y son
propulsados por remos y palancas. Pescadores natos, los misquitos
utilizan arpones, redes, anzuelos, arcos y flechas. En tierra, los
hombres cazan aves, iguanas, venados, armadillos y chanchos de monte.
Su agricultura se basa en el cultivo de la yuca y el plátano
principalmente. Es realizada por los hombres quienes también elaboran
las herramientas domésticas y los instrumentos musicales. Las mujeres
mantienen el liderazgo familiar debido a las frecuentes ausencias de los
hombres por la pesca en alta mar. Una de las principales ocupaciones
que realiza la mujer es la elaboración de artesanías basadas en la
corteza del árbol de tuno.
Lencas
Hombres del maíz
Para 1502, cuando llegaron los españoles arribaron a estas tierras,
se encontraron con un pueblo indígena compuesto por grandes guerreros y
hábiles artesanos: Los lencas.
Al arribo de los conquistadores, los lencas se encontraban divididos
en cuatro grandes pueblos unidos por lengua y cultura similares. Los
lencas se caracterizaban por una sociedad dividida en clases sociales y
una agricultura basada, principalmente, en el cultivo del maíz, frijol,
ayote, chile y el cacao. Las guerras entre si eran comunes y una forma
de mantener la paz, era a través de alianzas que conocemos ahora como
Guancascos.
Tras la conquista, la mayor parte de los lencas fueron reducidos y
fraccionados en diversos asentamientos; otros, se refugiaron en las
alturas de las montañas, destinados a perderse en el olvido y el tiempo.
En las primeras décadas del siglo XX, desapareció la lengua lenca. Con
ella, se extinguió un vasto archivo de conocimientos transmitidos de una
generación a otra. Memorias de guerreros notables, eficientes
agricultores y exquisitos artesanos desaparecieron para siempre.
Han pasado más de quinientos años desde aquel primer encuentro y la
pregunta es obligada. ¿Dónde está ahora el pueblo del gran cacique
Lempira? En la actualidad, el pueblo lenca se encuentra distribuido en
más de 600 aldeas, la mayoría de ellas en los departamentos de Intibucá y
Lempira. En menor número, se les encuentra también en los departamentos
de Valle, Comayagua, La Paz, Santa Bárbara y Francisco Morazán.
Una de las costumbres que ha permanecido e identifica al pueblo lenca
es su alfarería tradicional, columna básica de su cultura. Ollas,
cantaros y comales conservan las mismas formas usadas desde tiempos
prehispánicos. Herencia que se transmite únicamente de madre a hija, de
generación en generación. Herencia en barro.
Hoy en día, la mayoría de los hondureños somos el resultado de aquella suma inicial entre españoles y lencas. El mestizaje.
Negros Creoles
El pueblo Negro Creole
En Honduras viven dos pueblos afrodescendientes o afroamericanos:
garífunas y negros creoles. Curiosamente, de los primeros existe mucha
investigación y obras publicados. En cambio, de los negros creoles es
casi inexistente el material de estudio.
Los negros creoles llegaron a las Islas de la Bahía entre los siglos
XVIII y XIX. La historia parece concordar con que fueron dos las
principales vertientes que dieron origen a este pueblo. Por un lado, la
primera oleada fue traída por los ingleses quienes dominaban las islas
(de ahí que también se les denomine negros ingleses) y la segunda a
principios del siglo XX traídos por las compañías bananeras americanas y
que provenían de Jamaica, Gran Caimán, Trinidad y Tobago y otros
territorios de las Antillas.
Los negros creoles o ingleses utilizan un dialecto inglés caribeño
(Bay Island´s English); practican la religión cristiana- evangélica y se
identifican plenamente con la cultura anglo americana del Caribe.
Algunos viven en tierra firme a lo largo del litoral atlántico en las
ciudades de Puerto Cortés, Tela, La Ceiba y Trujillo.
Se desconoce el número total de la población negra creole.
Garífunas
El alma de una nación
Llegaron a través del mar buscando la libertad; cerca de 200 años
después se han convertido en el grupo étnico más numeroso y mejor
organizado del país. Su lengua está viva y sus costumbres no sólo se
preservan intactas, sino que además se han popularizado y traspasado las
fronteras nacionales.
La mayoría los llama garífunas, ellos prefieren llamarse Garinagú. De
acuerdo al investigador Santos Centeno García, los garífunas
“descienden de las etnias africanas Efik, Ibo, Fons, Ashanti, Yoruba y
Congo (correspondiendo a los estados modernos de Costa de Marfil, Ghana,
Nigeria, Camerún y Congo) capturados por barcos esclavistas españoles,
portugueses, holandeses e ingleses”. La historia nos señala que algunos
de estos barcos naufragaron frente a la isla Yarumei (ahora San
Vicente) allá por el siglo XVII. Los náufragos lograron salvar sus vidas
en la isla y con el paso del tiempo se fusionaron con los indios
arawakos, para crear un pueblo nuevo.
En el siglo XVI, la expresión Kalinagu se utilizaba en la isla para
identificar negros radicados en ese espacio caribeño; negros caribes.
Del Kalinagu se derivó en el siglo XVII, el término Gainagu-gaifuna. El
nuevo pueblo se fortaleció y creció a lo largo del siguiente siglo,
convirtiéndose en un enclave de hombres libres; una seria amenaza para
los países esclavistas. Durante buena parte del siglo XVIII, los
garífunas sufrieron continuos ataques de españoles, franceses e
ingleses, logrando resistir hasta el año de 1783, cuando fueron
derrotados por los ingleses.
En 1797, los británicos deportaron a los garífunas a la isla de
Roatán en donde lograron acomodarse con muchas privaciones. Poco tiempo
después, con el permiso de las autoridades españolas, muchas familias se
trasladaron a la Bahía de Trujillo y pronto se dispersaron por toda la
costa norte del país. En la actualidad, el pueblo garífuna habita desde
Masca, en el extremo occidental del litoral atlántico, hasta la
comunidad de Plaplaya, en el departamento de Gracias a Dios. De acuerdo
al censo del año 2001, existen alrededor de 100,000 garífunas en el
país, sin tomar en cuenta la población que reside afuera, principalmente
en los Estados Unidos, en donde se considera que viven otros cien mil
más. La gran mayoría de ellos, provenientes de Honduras y el resto de
Guatemala y Belice.
La fidelidad al mar de los garífunas se ha mantenido a lo largo de
todos estos siglos. Pescadores ya por naturaleza, son los hombres
quienes realizan la actividad que produce el complemento de la dieta
diaria y un excedente para la venta. Calale, lisa, tiburón, jurel,
robalo, jaibas y langostas, son parte de la cosecha del mar, capturados
en forma individual o colectiva, utilizando anzuelos (guwi), cordeles
(fitaru), plomos (balu) y un buen cayuco (guriyara). Las mujeres
preparan el pescado para su consumo; son ellas también las que se
encargan de la siembra, cuidado y recolección de la yuca, el principal
cultivo del pueblo garífuna. Y aunque existe una marcada división en el
trabajo, en las danzas y la música, las diferencias parecen olvidarse.
Son a través de estas narraciones musicales, donde los garífunas
aprenden sobre sus raíces africanas, su génesis en San Vicente y el
posterior éxodo hacia Roatán y tierra firme. Acompañados de instrumentos
de percusión y viento, la música garífuna vibra hoy más que nunca,
mostrando la fortaleza y alegría de un pueblo que jamás se ha rendido.
Una nación con alma.
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